Saltar al contenido

Silente y multiforme, mi navío
emprende travesía tan deseada,
se hace a la mar desconocida
con una brisa leve, sosegada.
Levo mis anclas, frías, prestamente
en procura de un puerto escondido,
puerto sin muelles, solo, misterioso,
perdido entre mil golfos y dormido.
Surco las olas, niñas juguetonas
que encuentran en mi nave alegría,
vienen y van,  a veces mansamente,
poniendo un ritmo de ingenua picardía.

Quito 1958

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *