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Volver al mar de donde ha surgido       

el primer vestigio de la vida,

lo más amado.

Ser nuevamente célula primera

inmersa en el oléaje del oceáno,

inmenso, soñado.

La voz de Dios resuena permanente

en cada gota de agua marinera,

en cada alga verde.

Sentir la espuma acariciar la frente

que dió, a su vez, cabida al pensamiento,

gozar la muerte.                    

Hendir  el tiempo en su propia huella,

que da a la mar esa perspectiva

intemporal, eterna.

Tener a mano el viaje prodigioso

a grupa de unas olas capitanas

de nieblas y galernas.

Bajar a profundidades insondables,

morada de silencios absolutos  .

anclados en corales.

Volver a un horizonte flanqueado de delfines,

a una sirena y otra  :embellecidas

por cantos irreales.

Llevar los vientos como compañeros

allende los mares y las playas

que un día recorrimos.

Donde habrán de recibirnos las gaviotas

con su grácil vuelo que delinea

las costas de trazos purpurinos.

Destinatarias de tantísimas vivencias,

albaceas de todas las ausencias

dejadas por los años.

Y que supo recoger  la caracola,

en su cuenco, las voces nacaradas

de propios y extraños.

                                                   

Esparzan mis cenizas por las aguas

que sirvan como espejo al recuerdo

de ésta alma irreductible.

Que vague redentora, suspirante,

yaciendo entre corrientes y mareas,

que siga siendo libre.

Estepona/Sept./98

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