Tus relatos de Pedro y el Maestro Divino
nos traen las pisadas de bíblicos lugares,
sandalias pescadoras que hicieron sus andares
hollando, paso a paso, un rastro peregrino.
Ecos engrandecidos por paz y por silencios
de diálogos profundos, por demás admirables,
trasuntos por los siglos en leyes perdurables
que nos dictan la esencia de todos los misterios.
Sobrepuestos al Tiempo, consiguen tus afanes
mitigar la vida con bellos pensamientos,
recónditos desplantes al paso de los años.
Y entonces constatamos que actúan como imanes
logrando, musicados, detraer sufrimientos,
haciendo que sintamos que hubieron menos daños.
Estepona Dic. 31/2000