Siesta de Dorna, hacia adelante.
Caído el cabello, largo,
mitad cubriendo las facciones finas
donde fulgentes reverberan chispas
de su extravió.
Apoya un brazo en la dormida mesa
mientras recorta una sonrisa
plena de profecía,
que asciende inquieta, como el acorde
de una guitarra oculta.
Humo y ginebra entablan favores displicentes,
abrazados al borde de mi copa.
Copa de almizcle, dulce y larga como Dorna.
Pantera bohemia, vuelve a la madriguera
que ya apunta el alba.
Apunta el verso en cada esguince ludrio
de la revuelta imagen saturada
por el alcohol, ceñudo, que precisa
mi copa larga.
Precisa en forma disipada y tenue
cual las volutas del fútil penacho
que asciende torvo, se deshace, muere,
en un griscento haz de cielorraso.
Yace tu mano, Dorna:
sobre esta mesa traza delgadas líneas
de los dedos, que afloran cual silgados versos
y afinándose más, crecen, ay crecen,
al par mis dos venenos me adormecen.
Southampton, Mayo 1965