Músico de mi esquina
en la ciudad inmensa,
con tu mirada triste
y tu canción azul.
Pretendes las monedas
que traerán sustento,
y un instante de fuga
en las coplas de tul.
Huirás de tu suerte
y del paso de los años
que a tus manos impide
tocar el acordeón.
Como en días aquellos
cuando el verde de Irlanda
embebía en su fronda
tu fino diapasón.
Del campo a la metrópolis
con su enjambre mediocre
que ni siquiera aprecian
las notas de color,
Que diariamente brotan
desde el fuelle vetusto
y la voz cascajosa
en mil rimas de amor.
Londres 1963.