Mujer dame tus brazos
si las fuerzas me faltan,
tus manos diligentes
donde el calor anida.
Soporto un latigazo
ceñido a los relámpagos,
que cruzan expectantes
un cielo de negrura.
Los peligros regresan
como lobos hambrientos,
a presentar batalla
con renovados bríos.
Pero yo me refugio
en tu pecho latente
y busco tu regazo
repleto de ternura.
Acógeme como antes,
igual, igual que siempre,
que llevo mi insistencia
como un faro dorado.
Para ceñir tu frente
con la aureola de antaño,
que guía luminosa
estos sin cuenta años.