Hay que mover el Rio
de cristalinas aguas,
cuando bajaba joven
por las quebradas altas.
Hay que sacar a flote
la infancia jubilosa,
de chorros saltarines
y fondos de pureza.
Hay que mover el Rio
evitando los vados,
cuando seguía, raudo,
los trazados del valle.
Rememorar nostálgicos
la adolescencia plena,
que sigue repicando
sus notas venturosas.
Hay que mover el Rio
cuando recibe, ufano,
los caudales de otros
con renovado impulso.
Es la constancia firme
de juventud dichosa,
de corriente surcada
por emoción y gozo.
Así fueron sus besos
que hoy llevo en la distancia,
al calor de recuerdos
plagados de presencias.
Presencia de unos pechos
turgentes y seguros,
que surcaban el aire
como broches dorados.
Hay que mover el Rio
cuando avista, a lo lejos,
la mar ensimismada
en su playa, serena.
Así hemos recorrido
la esencia de la senda,
que el destino ha querido
que llegara dolida.
Al final de la tarde
cuando la noche crece,
el rio se recuesta
y los sueños regresan.
Entonces comprendemos
lo mucho que han supuesto,
nuestras bellas historias
que se van y nos dejan!