Afrodita asentía
percibiendo entre sombras
mis arranques amorosos.
Eran ímpetus ardientes
entre tibias celosías
de tu alcoba delirante.
Nuestro juego era prohibido
por tratarse de pasiones
sobre lechos virginales.
Más hay goces hechiceros
en que ciegos se confunden
en un éxtasis dos seres.
Quito 1959.