He perdido un poema
que vino a medianoche
y no supe escribirlo
como lo hacía antaño.
Su cadencia quedose
en la faz de mis sábanas.
La vejez prevalece
y pretende anularme,
argumentando horarios
y salud dependiente.
Pero la impronta apremia
y la vena no acaba!
Los versos perduran
más allá de la muerte.