(A los abuelos-as de hoy y de siempre)
Arriba, en el altillo
de techo abuhardillado
yace el baúl lustroso
que acoge los recuerdos.
Escenas y vivencias
de todas las edades.
Allí está la infancia:
un ovillo de lana
que sujeto a mi madre
mientras teje, amorosa.
Un trompo de hojalata,
un caballo de palo
y las cartas con sellos
de tantas procedencias.
Relato entrecortado
de todas las ausencias.
A las fotografías
casi ni mirarlas
abren surcos de lágrimas
y toca enjugarlas.
Rescate de unos días
que pasaron felices
pero no regresaron.
Son hilachas del alma
que solo pertenecen
al baúl de los años.
Subir, hoy, nuevamente
todos los escalones
hasta el rincón de ensueño
que mima la memoria.
El polvo del olvido
pretende avasallarlo,
pero el cuero reluce
con toda su sapiencia.
Sapiencia que trasciende
emboscadas del Tiempo
y abrimos, todavía,
el baúl de los años.