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Con un carcaj de flechas a la espalda

se estremece el sol entre las nubes,

cuando termina de claudicar la tarde

asaeteada por todos los colores.

Yaciente la mar, recoge sus reflejos

tornándose en sutil policromía,

para que vuelvan a cruzar caminos

sus olas redentoras y esta mirada mía.

Ojos que no se cansan de escrutar,

reiterativos,

el éxtasis de este idilio incomprendido

el desencuentro de una noche

prematura

con el ansía de un vivir indefinido.

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