Circe de ébano que del Nilo traes
la magia negra que tu cuerpo ondula,
contra la seda que ceñida llevas
y a cada paso se estremece, grita.
Relampagueando tu pupila, esquiva
el reto, por que bien lo sabe,
fija la mía en tu figura esbelta
y esa tu forma por si sola invita.
Un torbellino de deseo obstruye
la mente toda y sin control se agita,
al par que el fuego jubiloso asciende
y me circunda.
Rasgar la seda con febriles manos,
beber la chispa de tu ser candente
y que la aurora encontrarme deba
entre los lazos de tu piel oscura.
Londres 1963