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Que ausentes se han quedado

las artes amatorias,

hundidas por las huellas

profundas de la vida.

Que solas. Que silentes!

Añorando otros días,

cuando fueron artífices

de alegrías inmensas.

Fueron el pararrayo

de avatares y cuitas

que trajo, recurrente,

la tarea emprendida.

Servían de sosiego,

de soláz, de descanso,

aún cuando fuera intensa

la pasión que traían.

Ardían por los poros

entre sudor y besos,

reclamando jadeos

de orgasmos continuados.

Amar y en consecuencia

librar de la carne

toda semilla fértil

que poblara la Tierra.

Esa Tierra que ahora

reclama su cosecha,

recogiendo los restos

de todos los amantes.

Y ni la mar, inmensa,

librarnos de ella puede,

porque a sus mismas playas

regresarán cenizas.

A menos que un suspiro

de energía ,postrera,

las sumerja abisales

hasta un lecho marino.

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