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En el pretil del cielo
hay un lucero
que reza lentamente
mis congojas.
en el crepúsculo  vago
de la tarde
hay un nido vacío
entre las hojas.
En el declive
de un umbral umbrío
siempre queda el polvo
del olvido.
Y en el alma atormentada
por el frío
siempre existe un deseo
compungido.
Yo quisiera ser
ese  capricho,
esa vaga ilusión
que se deshace,
ese tenue pincel
conque las musas
esparcen de colores
el celaje.
Acaso entre las puertas
de un latido
encuentre mi grito
delirante,
pues hoy soy todo flores,
todo trinos,
con ecos de suspiro
anhelante.

Washington 1959

 

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