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Yo volveré a tus cuitas,

yo cerrare tus ojos

estaré de rodillas

ante el féretro inerme,

para dejar patente

que derramo unas lágrimas

y trasunto el silencio

de no volver a verte.

Porque la vida es breve

como fue nuestro goce,

cuando juntos quebramos

el canto de la fuente.

Cuando fue nuestro canto

más alegre y más fuerte

porque traía el celo

de tu cuerpo y simiente.

La semilla bendita

que dejara en la Tierra

la dulce criatura

que bebía dilecta

la leche de tus pechos,

un néctar de ternura,

prendado de la vida

que surgía perfecta.

Pero nada perdura,

el Cosmos no se para,

involucra en sus giros

a todo lo querido.

Y así, vertiginoso,

un agujero negro

nos espera silente

como que fuera un nido.      

 

Un nido conformado

por el dolor del mundo,

que se acumula , presto,

al llamado del fuego.

Un genio pavoroso

que lo deglute todo

y termina engullendo

hasta el último ruego.

             

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