Al pié de la sierra,
la Sierra Bermeja,
apenas vislumbro
el reflejo tenue
de una hoguera cierta:
que no viene solo.
Llega acompañado
por débil rasgueo
de alguna guitarra
que gime su queja:
igual que mi pena.
Tráeme un mensaje
hasta aquí, a la arena,
donde atormentado
rastreaba tu senda
sin hallar ninguna,
ni espumas , ni huellas,
que la mar nocturna
hubiese dejado:
tras de recogerse
a pasar la noche.
Entonces comparto
las notas lejanas
y el rayo de fuego,
que en un mismo aliento
vienen a decirme:
las brasas se apagan,
las lágrimas quedan!