Llega la luz, espléndida, generosa,
como fueron las manos de mi padre
siempre dispuestas a dejar ayuda
en un orfanato y un asilo, desvalidos.
Eran los rayos que traían, prestos,
la claridad a la ansiedad oscura,
cuál semillas que emergen protegidas
desde el vientre del surco, bendecido.
Bendiciones que crecieron en sus manos
conforme la vida recorría ese camino,
mientras yo: solo supe ser testigo
y hoy evoco, reverente, su destino.