Tras el Big Bang, que estalla,
surge la poesía:
esa substancia ígnea
que irradia fuego y luz.
Junto a una estrella nueva
se aventura en el Cosmos,
espacio inmenso, vacío,
de soledad infinita,
donde no hay distancias
ni existen lejanías.
Un puñado de soles
forjan el Universo,
poblando esa nada
logrando iluminarla.
Al par que las estrellas
forman constelaciones,
reconduciendo materia
para defender su esencia.
La poesía, bien sabe,
que es un sol privilegiado
porque lleva en su vientre
el fuego vivificante
que incendiara la palabra.
Es ese alumbramiento
el que luego hace posible
que el Evangelio escriba:
“En el principio era la palabra”.
Fuego indestructible
de todo el intelecto,
intégranos poesía
en tu cielo de algoritmos.
Resolviendo teoremas,
despejando ecuaciones
que la vida formula
a los seres mortales.
Y no te inquiete, acaso,
si cuestionan tu origen
algunos internautas
que vagan por la Red.
Porque Tú y yo sabemos
que brotas de mi mente
y ello le basta y sobra
a este viejo lector!